martes, 30 de diciembre de 2014

Al fin lo consiguió.

Al fin lo consiguió. Manuel, con tan solo veintitrés años, ya era funcionario.
Siempre había sido un chico listo, y lo demostró al conseguir la plaza en las primeras oposiciones a las que se presentaba. Lo destinaron a un departamento en el que su misión era atender al público en el tema de impuestos municipales.
A todos los que acudían a su mesa, siempre los recibía con una sonrisa y una amabilidad que desarmaba a cualquiera por muy cabreado que viniese, porque ya se sabe, que eso de pagar impuestos no le seduce ni a Dios.
Pero Manuel, a pesar de la simpatía que mostraba, no era feliz. Había algo desde la pubertad, que hacía que no encontrase esa felicidad que notaba en las personas de su edad, siempre alegres y divertidos.
Un día se reunió con sus padres, y les expuso las inquietudes que le atormentaban, y ellos, comprendiéndole, pero a la vez, aconsejándole, le dijeron que antes de tomar una determinación, lo pensase, porque por experiencia sabían, que durante la juventud, todos vamos dando tumbos en nuestras creencias, actitudes y comportamientos, y que lo que hoy creemos o deseamos, al cabo de un año lo arrinconamos y pasamos a desear cosas nuevas.
Él le contestó que no, que estaba firmemente convencido y que era una decisión muy madurada.
Sus padres, conociéndole como le conocían, le dijeron que lo apoyarían en su decisión, incluso apoyándole económicamente si fuese necesario.
Manuel, con los ojos anegados de lágrimas, les dijo que se lo agradecería toda la vida, porque con su actitud, mostraban ser los mejores padres del mundo.
Hoy Manuel, pasado ya cinco años de aquella reunión en la que sus padres les dieron su apoyo, se siente otra persona más feliz, se siente lo que siempre quiso ser: María Victoria

sábado, 15 de noviembre de 2014

El banco.









    

La primera vez que tomó asiento en él, se sintió cómoda en aquel banco del parque. Quizás porque desde su domicilio hasta aquel lugar había un buen trecho y su cuerpo necesitaba algo de reposo, pero aparte de eso, el entorno en el que estaba ubicado lo hacía agradable.
Era el primer periodo del tríptico de la primavera, cuando el verdor predomina destacando sobre los demás colores, y compitiendo a partes iguales con el azul celeste del cielo.
En la campiña sevillana, en esa primavera brillante, ya hay que resguardarse del sol, pero ese banco que ella escogió, era sombreado por el tamizado que producían las hojas de los almeces que adornaban aquel lugar.
De su bolso, sacó un libro que abrió por la primera página. Su título era Entre naranjos, del valenciano Blasco Ibáñez. Se sumergió en él disfrutando con su lectura, sin darse cuenta, de que alguien, al mismo tiempo, también se deleitaba con su contacto: el banco.
Muchas mujeres se habían sentado hasta ahora en él, pero ninguna le había producido tanto placer como aquella mujer madura y pelirroja.
El banco no tenía nada de especial porque era de madera y bastante deteriorado por el uso y el abuso a que era sometido por grupos de adolescentes que más que disfrutar de él lo pateaban sentados sobre su respaldo.
Fueron pasando los días primaverales y la mujer continuó viniendo con nuevos libros que leer.
Casi al final de la estación, y a pesar del amparo de los árboles, resultaba ya caluroso estar allí, y un buen día, ella dejó de ir.
Él recordaba la última poesía que ella había murmurado. Era de Neruda y se titulaba El esperar doliente, y decía así:
No ha venido la amada ni vendrá todavía,
no han llegado las manos que debían llegar.
Y para cuando llegue florecerán los días
alumbrando la  suave  dulcedumbre de amar.
Y todos los dolores se apagarán. La Luna
saldrá mucho más bella tras el monte ideal,
la miraran los ojos extasiados en una
comunión de sentires alta y espiritual.
No ha venido la amada ni vendrá todavía,
pero, mientras que llega, vivamos la alegría
de tener en la vida una esperanza más.
Ahora por encima de dudas y temores
y engañando la herida de los viejos dolores
esperemos la amada que no vendrá jamás.

El verano fue abriendo surcos en la madera del banco, que desprotegido de pintura debido a los años de crisis que como a tantas personas también le afectaba a él, que al llegar el lluvioso otoño-invierno se infiltraron de agua por sus heridas abiertas, y la madera se fue deteriorando de una forma galopante.
Cuando se acercaba la primavera de nuevo, una expedición de colegiales inundó el parque que con sus saltos y juegos hicieron que ya las débiles maderas del banco sucumbiesen al ímpetu de la sangre nueva.
Cuando el verde volvió de nuevo a adornar la arboleda, ella, la lectora, también retornó al lugar escogido el año anterior. En el sitio que antes se asentaba el viejo banco de madera, ahora había uno de hierro forjado de un triste tono gris. Tomó asiento, abrió el libro que llevaba pero no consiguió llegar a la quinta página del mismo. Se sentía incómoda, fría, sin la calidez que antes le ofrecía el viejo banco. Ya no volvió jamás a leer en aquel lugar.
Mientras tanto, en el Punto Limpio de aquella ciudad, el anciano banco esperaba su irremediable destrucción: su muerte.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Cosmos.



Las mentes que gobiernan el Cosmos están reunidas.
La sesión es rutinaria, como siempre ha sido a través de millones de años.
En el orden del día, solo hay cuestiones menores: Corregir el rumbo de alguna galaxia, dar cuenta de las supernovas que han hecho explosión o el descubrimiento de nuevos agujeros negros. Nada que afecte a la mecánica celeste, cuasi perfecta en su extensa vida.
En el apartado de ruegos y preguntas, uno de los intervinientes muestra su interés en conocer qué ocurre en el Sistema Solar, en el cual, su único planeta habitado, se muestra a través de los siglos cada vez más convulso, y donde sus habitantes, aparte de hacer una agresión constante a su propio hábitat, se matan entre ellos.
Toma la palabra para responderle, el Presidente de la Vía Láctea.
El planeta al cual alude, llamado La Tierra, y que sus pobladores se denominan así mismos como humanos, siguen sin evolucionar, a pesar de haber tenido mucho tiempo para hacerlo, con lo cual continúa en edad infantil. Porque infantilismo es, que cuando más contentos y eufóricos se ponen, y aplauden a rabiar, es cuando un objeto esférico es lanzado, golpeado o pateado por algunos de sus congéneres, llevándoles a un estado de locura colectiva. Aparte de eso, se matan, se torturan y se humillan unos a otros.
Y mientras unos se muestran ahítos de comida, riqueza y lujo, otros muchos mueren de hambre, sed y enfermedades.
Mientras unos dedican sus cuerpos y mentes en construir, en elaborar, una minoría se aprovecha de la riqueza creada, y se queda con la mayor parte de ella, con lo cual, por su avaricia, condenan a amplias capas de los humanos a vivir en condiciones infrahumanas.
Como máximo representante de la Vía Láctea tomaré en los próximos tiempos una resolución que consistirá en retrasar cuarenta mil años terrestres el reloj que controla al Sistema Solar, volviéndoles a una época prehistórica.
A medida que vayamos viendo su nueva evolución así actuaremos. Si notamos que los habitantes del planeta no cambian y no consiguen que todos sus miembros sean iguales en sus comportamientos, derechos y deberes, les enviaremos el virus OVATPC que solo ataca a los humanos sin destruir ese bello planeta, y que los haría desaparecer para toda la vida.
Si apreciásemos que sus mentes desarrollan nuevas formas de pensamiento, que comprendieran que en esa nueva Humanidad, el otro es también tu hermano, serían salvados.
Termino con una pregunta que siempre ha rondado por mi cabeza: ¿Quién sería el personaje que denominó al humano como Homo Sapiens?

domingo, 5 de octubre de 2014

El pienso permanente.






Por aquellos tiempos, Utrera Molina era el gobernador civil de Sevilla, y llegó a la empresa en la que yo trabajaba para en una asamblea del todo el personal, explicarnos las ventajas que nos iba a reportar firmar el primer convenio colectivo, uno de los primeros que se concertaban en esa ciudad. El acto se celebró en el taller de ribera del astillero, denominado entonces como Empresa Nacional Elcano, y que como decían los cómicos del Dúo Sacapuntas, estaba abarrotaooo!!!. En ese convenio pasamos los especialistas de ganar 70 pesetas diarias, a 86.50.
No sé si ese señor, con sus 88 años a cuesta ha podido influir en que su yerno firme también un buen convenio para que pueda seguir alimentando a la prole. Hay sin embargo alguna diferencia con el nuestro. Trabajábamos 48 horas semanales en jornada partida. El yerno, creo que trabaja cuatro días al mes y gana, redondeando, unos ocho mil euros, lo que hace que al día su retribución sea de 2.ooo que traducido a pesetas son unas 332.000 por una jornada de trabajo, que incluido desayuno, no creo supere las cuatro horas.
¿Creen que es de justicia, que el ex ministro de justicia se lleve todo ese dinero haciendo tampoco? ¿Y que el Sr Leguina se lleve lo mismo haciendo lo mismo que el ex ministro, o sea poco.
¿Creen que es que lo han llamado del INEM para ofrecerle el empleo o que alguien del Gobierno lo ha enchufado para pagarle los servicios prestados?
Los ocho restantes del llamado Consejo Consultivo gozarán, supongo, más o menos de los mismos privilegios.
Hay a quien a toda esta gente, les llama la casta, pero creo que llamarles  la piara…tampoco está mal.

viernes, 3 de octubre de 2014

Las chuches.

He retirado este post debido a que se basaba en una información errónea. Pido disculpas por ello y agradezco a las personas que lo comentaron sus visitas, en especial a Águeda, que fue la que me sacó del error.
Besos para las damas, y abrazos para los damos...y mucha salud.

viernes, 12 de septiembre de 2014

La traición.

Se encontraban todas las mañanas en el autobús de la línea 18. Algún día que otro, y cuando la situación de lo permitía, por la proximidad que ocupaban en ese momento en el vehículo, se daban los buenos días, y algunas veces que coincidieron en asientos colindantes, hablaban de lo clásico, del tiempo, de la lluvia, del frio o del calor.
Él, cuando la situación le era favorable, la miraba arrobado, a pesar de que ella no era una mujer hermosa que llamase mucho la atención, ni por su cara ni por su cuerpo, pero le gustaba de una manera singular, en especial el hoyuelo de su barbilla.
No sabía si era casada o soltera, y nunca hubo una situación en las pocas palabras que cruzaron para poderlo averiguar.
Fueron casi año y medio de viajar juntos en el mismo autobús.
Un lunes, ella no apareció, y él pensó que a lo peor estaba enferma. Durante toda la semana, estuvo pendiente cuando llegaban a la parada en la que ella subía, pero no hizo acto de presencia. Las semanas se fueron sucediendo de una manera vertiginosa y descorazonadora para él.
Un día, mientras contemplaba desde la ventanilla la ciudad, y el autobús estaba casi parado por una retención del tráfico, un coche les fue adelantando por la derecha, y al volante del mismo estaba ella, la mujer de sus sueños. Golpeó el cristal con el puño para llamar su atención y que le mirase, pero quizás por el ruido ambiente no le escuchó.
En ese mismo momento, se dio cuenta de que debía olvidarse de ella para siempre, y se sintió de alguna forma traicionado. No podía comprender como ella, antes que a un español apellidado García Pérez, prefería a un gabacho, a un francés, al C-3 Citroën.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Abierta a la vida.



Se entregó en una unión sin haber tenido una experiencia anterior, y se consagró a él con los ojos cerrados a la vida que la rodeaba.
Cuando terminó la ceremonia, un coro de voces angelicales la condujeron hasta el pórtico de lo que sería en el futuro su nueva y definitiva vida.
Durante su unión con él, nunca discutieron, nunca tuvo un mal gesto con ella y por supuesto jamás la agredió, ni física ni moralmente. Ella sólo podía reprocharle, que a pesar de las muchas preguntas que le hacía, él nunca le respondió con palabras; se limitaba, cuando ella se dirigía a él, a mirarla con ojos compasivos pero fríos.
Cuando ella ya andaba por la cincuentena de años, un día, el jardinero que una semana sí, y otra no, venía a arreglar el jardín, le preguntó, mientras ella estaba cortando las primeras rosas de la recién llegada primavera, que si había por allí algún rastrillo, ya que el suyo se lo había dejado olvidado en su casa. Ella recordó que en una pequeña estancia anexa al jardín, hacía tiempo que había visto uno entre tiestos y cachivaches que lo poblaban.
Se dirigieron hasta allí y penetraron en la semioscuridad del lugar, esperando que sus ojos se aclimatasen del paso de una mañana soleada a la penumbra del cuarto. Ella, sabedora de por dónde se encontraba el rastrillo, empezó a apartar objetos hasta dar con él. Al incorporarse, vio que el jardinero la miraba de una forma no conocida por ella, con un brillo en los ojos que resaltaban en la penumbra. Fue como si despertase de un sueño de años, y sintió un rubor que le invadía el rostro y después todo el cuerpo. Él, sin dejar de mirar sus ojos, se acercó a ella, y con dulzura y sin tocar su cuerpo con sus manos, la besó en la boca. Fue como si una descarga eléctrica la atravesase, y a la par la sensación de estar levitando.
Él, cogió el rastrillo que ella sostenía en sus manos, y salió de allí para seguir realizando su bello trabajo.
Aquella noche, desvelada, y recordando la caricia recibida, ahora, a los cincuenta años, se daba cuenta de que se había equivocado en su unión con aquel que nunca le daba respuestas a sus preguntas, y con toda la vida que había llevado hasta entonces.
A la mañana siguiente, y sin que nadie la viese, abandonó su hogar de tanto tiempo y en el que había pasado más de la mitad de su vida: el convento.